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24 jul 2015

Incidente de las ardillas


En un remoto 8 de julio: 
Le miro, me mira… puedo sentir un inminente ataque. Como sus patitas se adhieren al árbol lista para saltarme como si fuera otra rama. Estaría complacida de participar en tal representación de la naturaleza dejando de lado la rabia y los rasguños. Sería naturalmente agredida.
Un imperceptible miedo va creciendo mientras batallo por tranquilizarme. Es absurdo que un ser tan tierno y esponjoso me pudiera herir… pero aún así estoy desconcertada con su cercanía. Incluso pienso que sería capaz de comerme en este preciso momento, que lo único que la detiene es que prefiere comerse primero los crotones que le aviento juguetonamente.
Sube velozmente a la rama del árbol. Mientras esté arriba no hay peligro. Quien lo diría, tengo cierto miedo de que una ardilla me ataque… pero si uno lo piensa no es tan descabellado. Un día hay que acercarse a menos de 30 cm. a una animal de ese estilo y se podrá ver con claridad como se siente que te come hasta el alma de tan hambrientas que se encuentran.
Regresa, puedo escuchar su pequeño cuerpo moverse por el tronco del árbol. Exige más y no quiero ser la siguiente. Tomo un pedazo de melón y se lo aviento para indicarle el bonche de crotones que se encuentran a la vuelta del árbol, en su punto ciego. Reacciona pero cree que el melón a desaparecido engullido por el árbol. Repito el procedimiento y parece que ya se dio cuenta del mensaje de paz que le intento comunicar. Se traslada al sitio donde se encuentra la comida y toma otro pedazo de alimento para tragárselo con una rapidez de pequeños mordiscos.
Poco a poco veo como se están acercando otras ardillas con las mismas intenciones de alimento que la primera. Se acerca una con una rapidez que me asusta, le lanzo otro melón que casi le acaba dando en la cabeza. Acabo un tanto apurada mi comida y me preparo para partir lo antes posible. Parada y lista me doy cuenta que se acercan más, 3, 4, 6. Incluso una paloma se empieza a aproximar pero no puede comer porciones tan grandes de comida por lo que se aleja decepcionada.
Con cierta distancia puedo volver a contemplar la ternura de esos animales. La última en llegar me observa con una mirada de mendigo que me derrite el corazón. Pero no puedo regresar, son como los patos: cuando te ven como proveedor de alimento intentan sacarte todo con una mirada de amenaza. Primero te cautivan pero una vez que empiezas no te puedes zafar.

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